miércoles, 27 de agosto de 2014

LITERATURA POLICIAL



Si nos preguntamos por qué las historias policiales y sus investigadores son tan
famosos, la respuesta es sencilla: el misterio de un caso sin resolver siempre
nos atrapa porque desafía nuestra inteligencia. Esto sucede tanto en la
ficción como en la vida real.
Los delitos encierran misterios, porque quien los comete no quiere ser descubierto. Para
evitarlo, disimula y borra pruebas. Entonces aparecen los detectives y la gente común
quienes, con los datos que tienen, arman una especie de rompecabezas en el que, poco a
poco, las piezas van encajando.
El cuento policial es una narración breve. Los hechos que en él se relatan no son reales, sino
ficcionales, es decir, nacen de la imaginación del autor. El cuento suele tener pocos personajes
y una línea de acción única y concentrada.
En el caso del cuento policial, la trama gira en torno a un delito o crimen, y lo que se narra es
el proceso para resolverlos. Edgar Allan Poe (1809 – 1849), afirmaba que, para hacer un
cuento policial, se necesitaban los siguientes elementos:

• el delito debe presentarse como un enigma, es decir, un misterio que parece no tener
explicación;
• todas las pistas conducen a un sospechoso, que muchas veces termina siendo
inocente;
• la policía no puede resolver el caso, y será un detective u otra persona con ingenio y
sagacidad la que llegue a la solución gracias a su capacidad de observación y
deducción; y
• en el final, se aclara el misterio de manera inesperada.
                                                                                                               

La huella roja
Un día el profesor William Eston tocó la puerta de mi casa, yo abrí y lo invité a pasar. Él
me contó que en su escuela se habían robado las respuestas de un examen. Yo acepté
investigar el delito y me dirigí hacía la escuela.
En la escuela todo estaba muy silencioso, el profesor me llevó hacia su oficina donde
se habían robado las respuestas. Éstas habían aparecido debajo del banco de la estudiante
Cisne (le decían cisne por su piel blanca). Ella negaba todo, decía que jamás había robado las
respuestas. El profesor le creía porque era muy buena estudiante. Yo investigué el lugar del
crimen y observé una huella de zapatilla color roja. Le pregunté al profesor cuántos
estudiantes estudiaban en esta escuela, él me respondió que eran seis estudiantes: Patricio,
apodado Pato; Carla, Julieta, Tomás, Carlos y Florencia.
Cuando los estudiantes estaban en clase entré a sus habitaciones, observando y
deduciendo logré descifrar el misterio.
Me dirigí hacia la oficina donde se encontraba
William Eston y le dije:
-He resuelto el misterio. Las huellas venían de las
zapatillas de Pato que al estar pintadas a mano y pisar
con fuerza, la pintura se sale y deja una huella única de
color rojo.
-¿Y cómo entró a mi oficina si la puerta estaba cerrada?
-Él sabe que siempre usted deja una llave de repuesto debajo de la alfombra de la
puerta de su oficina.
-Gracias por resolver el misterio, se lo agradezco mucho.


-No fue nada.

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